domingo, 11 de noviembre de 2018

Fiesta

Ella mira por la ventana con un toque taciturno en los ojos. Lleva un rato pensando bien lo que va a decir, muchas veces ha sido tachada de loca y esta vez no quiere parecerlo. Toma una bocanada grande de aire y se decide a hablar.
—Ya casi es la fecha y no tengo nada listo, si no me ayudas no podré hacerlo bien. No me has dicho qué es lo que quieres que compre, ¿querrás dulces, juguetes, luces, adornos, pan, comida, flores,  bebidas? 
No hay respuesta. En verdad ella no esperaba recibir respuesta alguna. Últimamente ya no la espera.  Sólo que las ganas de escuchar una simple palabra de él la hace seguir hablando. Muchas veces ha creado la voz de él en su cabeza contestándole lo que quiere oír. Hoy no lo logra hacer.
No todos los días tiene la oportunidad de tener una reunión con él como la de esta noche. De hecho sólo una vez al año tiene este privilegio.
Ya tiene todo y piensa en que ojalá a él le guste todo lo que compró. Prepara un mantel, divide la mesa en secciones, ubica frágilmente cada objeto en su sitio; primero acomoda los adornos, acto seguido pone las luces y se asegura que estén firmes en su lugar, coloca el pan, la comida y las bebidas todas juntas en una esquina, toma las flores y esparce pétalos por doquier.
Se toma un segundo para observar cómo está quedando todo. Le gusta, pero siente que falta algo ¡la foto! Sabe qué le falta, pero que aun así no tiene cómo remediarlo, nunca obtuvo una foto de él.
El reloj marca las cero horas y como ya es tradición entre ellos, él debe de estar por llegar. Con un encendedor y prende todas las velas de la mesa, ahora sí todo está listo.

Ella toma un asiento en el sillón —es primero de noviembre— y espera cansada con la ilusión de que él disfrute por una noche lo que ella no pudo darle en una vida que no concibió.