Con una carrera en Comunicación y una maestría en
Creación y Apreciación Literaria, Mariana H. ha tocado los diferentes medios
posibles en el periodismo. Con la música y literatura en cada mano, ha logrado llevar
a diferentes públicos contenidos que antes no estaban al alcance de todos.
Con la computadora y el micrófono en la mesa, Mariana
nos recibe en su casa con el nuevo libro de Pancho Hinojosa en las manos
para hablarnos de su carrera y la destreza con la que ha ligado sus gustos con
su trabajo, haciendo de este su verdadera pasión.
—
¿Dónde
estudiaste?
Estudié la
carrera en el Tecnológico de Monterrey y la maestría en Casa Lamm. Me metí a un
diplomado de literatura y justo se abrió la maestría, soy como la segunda
generación en Creación y apreciación literaria, y fue lo único que me ha gustado
de todo lo que he estudiado. La hice en el Tec porque fui muy mala estudiante,
en la secundaria me fue fatal y el Tec Ciudad de México, el que está en
Xochimilco, acababa de abrir y estaba
aceptando muchísima gente. Con el promedio que yo tenía una universidad como el
Tec no me hubiera aceptado, o al menos esa es la teoría de mi mamá, entonces me
metí ahí a hacer la prepa y ya me quedé ahí mismo a estudiar comunicación. No
me arrepiento, los medios me gustan, pero estaba muy poco enfocada la carrera en
ese entonces, pero al final no me encantó porque la filosofía Tec no es lo mío.
—
¿Entraste
pensando que ibas a trabajar en medios o por qué estudiaste Comunicación?
Porque lo
que más me gustaba era el radio. Yo escuchaba estaciones de radio desde niña y
me acuerdo que grababa mis programitas en un casete. Desde que estaba en la
prepa ya quería hacer radio y un poco por eso estudié la carrera y había
algunas materias que, con mi arrogancia de adolescente, no me importaba, yo
decía ‘quiero hacer radio’, y luego luego que entré a la carrera, había una
estación de radio ahí y me metí. Siempre tuve bien claro, y hasta la fecha, que
lo que más me gusta hacer es radio.
—
¿En este
proceso qué tuviste que pasar para enfocarte a la música y a la literatura?
Hay
episodios vergonzosos: he hecho prensa escrita, radio musical, cultural (aunque
no me gusta el término “cultural”), ahorita estoy haciendo televisión en
Excélsior Televisión que es un canal de noticias e intento meterle ese tipo de
contenido. Tengo la suerte, porque no todo el mundo tiene esa suerte, que las
dos cosas que estudié, en la carrera y en la maestría, las he podido aplicar en
lo que hago en mi vida laboral. Me sirvió porque la literatura y el radio
combinan muy bien, siempre he creído que es el mejor matrimonio, el único que
funciona. Literatura y televisión sí funciona y no es leer, entonces es hablar
de un libro o hablar con un autor y está bien. Pero siempre son cosas de
imaginación y el radio combina el
lenguaje con la imaginación, igual que la literatura. Me ha costado mucho
porque lo que se conoce como contenido cultural, en muchas ocasiones está en
manos de gente mamona que habla y dices ‘¡no mames! no entiendo nada’, porque
se están luciendo como conductores para demostrar qué saben, en lugar de
compartir la historia de un libro. Por ese tipo de concepto de “programa
cultural”, no hay muchos espacios. Y es cierto que vende más hablas de las
chichis de Ninel Conde porque estamos en un país que está acostumbrado a ese
tipo de contenidos, entonces las empresas no le invierten tanto porque no ganan
con esos contenidos. Pero la ventaja que yo he tenido es que mis jefes me han
dejado meter ese contenido independientemente de la línea editorial de la
empresa. Estaba en una estación de música electrónica horrible y a mí me valía
madre y metía mi contenido de libros, también ponía su música horrible y esas
cosas, pero lo he intentado hacer mucho por la libre. Lo que yo estudié lo pude
traducir a radio y, cuando se puede, a tele también.
—
¿Te ha
tocado hacer algo que no te guste?
Muchas
veces. El primer programa que tuve en la XEW, que en ese entonces era ‘La voz
de América Latina’, una institución de mucho culto. Me invitaron a un programa
que ya conducía una chava y que se llamaba: Chavos, chismes y chilaquiles
(risas). ¡Horrible! Era los sábados en la mañana y yo decía ‘el programa ni es mío,
me están invitando’. Un día, yo ya estaba en la onda de Bob Dylan y llegaron
unas chavas súper gordas que se llamaban “Las Curvas Peligrosas” y lo que yo
siempre he dicho es que si eso te va a llevar al lugar que quieres estar, pues
lo haces. A lo mejor “Las Curvas Peligrosas” no me iban a llevar pero es un
programa donde a lo mejor iba a aprender a hacer una entrevista y eso te da
algo, entonces es radio, en vivo y en cadena nacional, aunque sean cosas que no
te gustan.
Una vez
tuve un programa con Fernanda Tapia y Laura García, a quienes quiero muchísimo,
en televisión. Se llamaba “Juntas ni difuntas” y era como de amamantar al bebé
y yo pensaba: no tengo bebés, ni me interesa y me da asco la lactancia. Pero es justo eso, siempre y cuando no estés
violando tus propios principios, por ejemplo: si yo tengo que hacer una buena
reseña de 50 sombras de Grey,
prefiero no hacerlo porque es algo en lo que no creo, y así en términos de un
montón de cosas. Pero si de alguna manera tú puedes tener un foro y decir tu
opinión, porque me ha tocado, ahora tengo un programa que se llama “Entre
mujeres” (no sé por qué siempre me toca trabajar con viejas), y hay una de esas
chavas a la que le encanta 50 sombras de
Grey entonces, te insisto, yo me puedo quedar en el programa si puedo decir
‘perdón, pero a mí me parece basura que va para señoras que hace mucho tiempo
que no tienen una experiencia sexual atractiva’, ahí puedo entrarle a la
discusión, pero si tengo que recomendar eso, ahí sí no le entro.
Eso pasa
mucho con la política porque todos los medios de comunicación tienen una línea
política. Por eso me molesta cuando dice “pinche Televisa” porque todos tiene
una línea y tú decides si le entras o no, es una cuestión de ética personal. Yo
creo que los que más lo sufren son los que tratan problemas de política,
narcotráfico, etcétera; como le pasó a la misma Carmen Aristegui, quien se tuvo
que ceñir a una política de medios.
—
¿Fue un
gran cambio que pasaras de hablar de lo que te gusta a dar noticias en
Excélsior?
Sí, hay una
parte emocional que tiene que ver con que yo estuve 10 años con una pareja y
tenía poca chamba, yo sola me administraba con todas mis actividades, entonces cuando
me separo, me fui a la mierda. Porque tenía demasiado tiempo libre que dedicaba
a esa persona. Me acuerdo que un día llegué con mi jefe en Grupo Imagen y le
dije ‘no voy a hacer drama, pero me acabo de separar y necesito que si tienen
nuevos proyectos…porque la empresa va creciendo, necesito ocuparme y necesito
lana’ y él me dijo ‘¿entonces sí le vas a entrar a dar noticias?’ yo le
respondí que sí y mi entrada en Excélsior sí fue para ocuparme en otras cosas y
para crecer. Es una experiencia diferente e importante, yo entré con 38 años y
estaba acostumbrada a solo hablar de música y de libros, entonces también
quería madurar y entrarle a más contenidos.
Y sí me
tengo que apegar a una línea editorial pero no me involucro a fondo con un
contenido en el que no soy experta, pero al final eso te ayuda a crecer y tener
la libertad de que mi contenido, el que me importa, poderlo meter, de hecho
estoy haciendo un piloto para poder decir ‘aquí tengo mi chamba como conductora
de noticias, pero lo que más me gusta hacer y lo que mejor sé hacer es esta
otra cosa’. Entonces estoy buscando, sin un aumento de suelto y con más trabajo,
es hacer ese espacio en televisión.
Otra cosa
importante es que no tengo una ambición desmedida, no quiero ser famosa ni
millonaria, yo lo que quiero es que lo que hago me guste, pero mi ambición es
en realidad poder compartir eso que a nosotros nos gusta tanto y nos da tanto,
poder compartirlo con un grupo de gente que le guste y lo aprecie.
—
¿Cómo
seleccionas el contenido de cada programa?
Cuando empecé, Guillermo Ortega tenía un
noticiero en Reporte, después de que murió Radioactivo, el 98.5 FM lo hicieron
Reporte 98.5. Por alguna razón le dije a Guillermo que me gustaba mucho hablar
de libros y le propuse hacerle una recomendación una vez a la semana. Yo iba a
la librería a buscar libros y checaba en los datos para buscar en contacto de
las editoriales y les hablaba para explicarles que tenía una sección, yo
gastaba mi dinero en los libros y así empecé, siendo absolutamente nadie, pero
con el medio. Lo que más me sorprendía, y me sigue sorprendiendo, es que es tanta la necesidad de difusión que
me hacían caso. Una vez en el foro Shakespeare, hablé y les dije que quería
hacer un reportaje sobre el lugar, a los diez minutos me contactó Bruno Bichir
y yo me sorprendí, él me explicó que estaba haciendo el foro, me agradeció el
espacio. Ahí me di cuenta que la danza, teatro, literatura y la música aunque
un poco menos, necesitaban esa difusión.
Después me
comenzaron a mandar libros, y esa es la suerte. Ahora gasto muy poco en libros,
y sí lo hago es por algún clásico o por algún libro que presté. Pero las
editoriales me tienen muy presente y me mandan las novedades. Lo que a mí me
quita un poco es que hace años no leo un libro en inglés, pero para eso ya
tendré tiempo.
—
¿Qué tanto
caso haces del material que te mandan las editoriales?
Sí me han llegado
libros como el de Karina Velasco de Cómo
iluminarte y ser mejor mamá, pero lo que hago es que sé reconocer cuando
hay basura y cuando no. Sí creo que en el camino de la lectura tú solo te vas
involucrando y puedes leer Harry Potter
y luego llegar a Crepúsculo y darte
cuenta de que Harry Potter era mejor y así puedes llegar hasta Borges o cualquier
otro autor, ese camino es muy personal.
Todo
ejercicio de lectura es bueno, no voy a leer a Karina Velasco porque siento que
se me van a morir algunas neuronas. Hay libros muy nocivos, pero lo que hago es
que si no me gusta no lo reseño, no voy a decir que es una mierda porque no
quiero perder el tiempo en hablar de eso si puedo hacerlo de un libro bueno. Regalo
muchos libros, dependiendo de a quién, por ejemplo, me gustan los libros para
niños pero se los regalo al radioescucha que tiene hijos. Lo que procuro es no
perder el tiempo.
En música,
una vez una disquera me pidió que entrevistara a Yahir porque traía un disco
buenísimo de música brasileña y dije que la iba a hacer porque a lo mejor este
cuate sabía de música brasileña. Cuando llegó me saludó de: ‘hola, mi amor
¿cómo estás, preciosa?’ y yo me quedé de ¡Ay, no mames! No estoy enamorada de
ti como todas las viejas. Entonces me puse mamona y le pregunté sobre la música
brasileña y él me respondió ‘No, la verdad, princesa, a mí sólo me gusta
Roberto Carlos’ y era un disco de covers de Roberto Carlos. Quedé bien con la
disquera porque hice la entrevista, porque también hay que tener buenas
relaciones, pero de pronto si llego a decir no porque es algo que no te va a
servir.
—
¿Cómo
llevas los saltos en los diferentes medios?
No he hecho
nada, en todos me han puesto. He tenido suerte porque no soy muy ambiciosa, no
soy tan propositiva, creo que tengo disciplina y en ese sentido me consideran y
poco a poco me han ido llevando. Tengo varios espacios en radio que nos son mis
programas pero, tengo una colaboración diaria con Jorge Fernández Menéndez, que
es un periodista que yo admiro mucho y es un tipo muy culto al que tú le puedes
hablar de Bach, de Andrés Calamaro o de Joaquín Sabina y sabe de todo, es un
tipo que le interesa mucho y me honra mucho que me tenga a mí hablando de esos
contenidos. Adela Micha me pidió para hablar, entonces son foros que yo
aprovecho para hablar de mi contenido.
Creo que la
base de radio y la carrera, me dieron las bases para poder ser todo terreno. He
trabajado en canales que son de futbol, soy súper villamelón, soy la típica
vieja que ve el Mundial completo con amor y entrega, pero que no sigue la
Champions, la Concacaf, nada. Pero en ese tiempo que estuve en deportes, que no
es nada lo mío, si le rascas encuentras que puedes hablar de Borges, Villoro,
Galeano y un montón de escritores que hablar de futbol. Siempre hay, el deporte
también es cultura. Entonces creo que me he mantenido firme a lo que conozco.
Si te metes a un canal de noticias como es Excélsior y si te metes tantito a la
información, ésta está ahí y te involucras. Por ejemplo, el caso de Ayotzinapa,
tuve como invitado a un escritor chileno, Alberto Montt, y justo estábamos
dando las noticias de los 43 desaparecidos y yo le decía ‘Bienvenido a México’.
A veces sales del noticiero con el corazón apachurrado porque ves cosas que a
lo mejor si no las tuvieras que estar diciendo, no te enteras.
Lo que es
muy importante es que, aunque estés leyendo un prompter, tengas idea de lo que
estás diciendo, porque el prompter falla y debes saber, son principios del
periodismo y tener un contexto porque si no lo tienes se nota inmediatamente.
—
Todo esto
que haces en la literatura y en la música ha sido opinión…
Sí. Cuando
yo comencé a hacer radio y lo escuchaba, en las estaciones lo que hacían era ir
a Nueva York y Los Ángeles a comprarse discos, hacían su propia curaduría y esa
información que te daban era muchísimo. Hoy lo que hacemos es buscarlo en
internet, entonces lo que siempre he buscado es darle un extra que ya no es sólo
la información. Decir por qué estás dando ese contenido, esa información. Tú,
editorial informada, porque si no viene al caso, no lo dices.
El
principio del periodismo es objetividad, en lugares se vale dar las opiniones viscerales,
pero en un noticiero es dar la información y ya, por ejemplo, cuando se murió
Julio Scherer, recordábamos que daba pocos adjetivos, se metía más a reportajes
de fondo pero nunca daba comentarios o críticas sin un sustento. Sí es
importante tener claro que el periodista facilita la información, que es el
principio. También hay espacio para dar opinión pero hay que saber
diferenciarlo.
—
¿Se puede
lograr la objetividad?
—
Sí se puede, sobre todo ahora que puedes tener tu
canal de YouTube en una tarde, la bronca es: si deseas estar en una cadena
nacional, en términos económicos y tecnológicos es muchísimo, y para llegar a
todos eso para que te escuchen en el microbús, en línea y demás es caro.
Entonces, si quieres tener ese alcance debes alinearte, no estoy diciendo que
nunca puedas hablar mal del gobierno, Jorge Fernández da editoriales muy duras,
que muchas veces lo podrían comprometer con la estación, pero estoy segura que
muchas veces se detiene porque está en una estación. Muchas veces las personas
lo hacen por la libre, en un canal donde dar las editoriales duras, pero ahí
depende de a dónde quieres llegar a costa de tu seguridad y a favor de la
información.
Otra cosa
también es la facilidad en la que puedes poner un tuit, cuando en México se
empezó a hacer muy famoso Twitter veías comentarios desde la muerte de Cerati y
cosas en las que nos dimos cuenta que no importa si tengas Twitter o un canal o
lo que sea, porque necesitas un sustento de las fuentes, de la comprobación,
entonces puedes abrir el hocico. Estos medios no son fuentes si no tienes la
posibilidad de comprobarlo.
En radio no
se gana mucho a menos de que seas una figura importante, son unas cosas por
otras, si quieres ganar mucho pues te tienes que alinear a una empresa y ni
pedo.
—
¿Eres consciente del alcance que tienes y de la
influencia que tiene lo que dices en otras personas?
—
Ahorita llevo 12 años en Imagen, antes estuve en
Radiópolis, en W, y también un tiempo en RadioMil; nunca he sido famosa. Pasa
de pronto que me escriban cosas muy importantes. Por ejemplo una vez me
escribieron “El día que murió mi papá, estaba yo en el hospital de madrugada
escuchando tu programa, mi papá me volteó a ver y dijo ‘¡qué bonita música!’, y
al día siguiente se murió” ¡Puta! Eso para mí lo es todo. ¡Quién te inventa
algo así! Y si sí me lo inventó, muchas gracias a ese radioescucha. Siento que
es un público más sensible, es de madrugada, es música y se crea una
conversación. Otra muy bonita es que el otro día fui a la Naval en Félix
Cuevas, y me pasó algo que nunca me había pasado, pero llegó un señor y me dijo
“Yo la vi a usted recomendando un libro en Cadena 3” y el gerente de la Naval
también me había visto, y luego llegó otro que también me había visto
recomendando un libro. Pero lo grandioso de esta historia es que el gerente de
la Naval es súper lector, y el otro día pasé a dejarles varios libros que ya había
leído y me habían mandado, a la semana siguiente hice un pedido y cuando llegó
el chavo me dio una botella de vino de parte del gerente de la Naval, y me
agradeció porque de los libros que les llevé, varios ya los había leído. Eso
para mí es súper gratificante, es encontrar una respuesta que no me esperaba,
que de pronto haces un comentario al aire y alguien se identifica con él; por
eso también me gusta el radio, porque conserva esa idea de compañía. En la
televisión también me llega a pasar que alguien me ve y como sabe que estoy en Excélsior
me cuenta qué pasa en su colonia, y a veces la gente piensa que como estás en
la tele, tienes cierto poder que en realidad no existe, a lo mejor López-Dóriga
lo tiene. No necesariamente tenemos esa licencia para resolver problemas. El
hecho de salir a cuadro es un trabajo, no es un premio, necesitas una paga; y
no te da la capacidad para mover cosas como muchos quisiéramos, para beneficio
personal o del país.
Excélsior
Tv es un canal muy nuevo, con apenas año y medio, por cable, pero siempre he
pensado que uno tiene que hacer el programa como si estuvieras en CNN el día
que se cayeron las Torres Gemelas, tienes que hacerlo con ese compromiso,
compromiso que a veces se olvida porque no se es consciente de quiénes te escuchan
o te ven, pero tienes que tener el respeto como si te estuviera viendo el mundo
entero.
—
¿Siempre
lees a los escritores antes de entrevistarlos?
Sí, cuando
yo empecé a hacer entrevistas no empecé porque quisiera entrevistar a
escritores, fue porque yo leí un libro que me gustó mucho y dije “me encantaría
platicar con este escritor”, y tenía la facilidad por el medio, así empecé. Muy
pronto me di cuenta que muchos escritores me decían “muchas gracias por leer el
libro”, y cómo que muchas gracias, si yo estoy queriendo hacer una entrevista,
lo mínimo que puedo hacer es leer el libro. Me acuerdo que una vez Nicolás
Alvarado me presentó con un escritor y le dijo “ella es de las pocas que lee
los libro”. Qué indignante es… y te juro por mi vida que lo he visto, en ruedas
de prensa, al periodista con el libro todavía con el celofán puesto y pregunta
de qué se trata el libro. Ha habido veces que no puedo leer el libro completo,
pero hago todo lo posible para preparar una entrevista digna, pero es muy
riesgoso. Decir que te leíste un libro sin haberlo leído es como decir que te
cogiste a una vieja sin habértela cogido, en cualquier detalle se te puede ir
la verdad y es muy vergonzoso. Yo hago un esfuerzo, si tengo dos horas me voy a
un café y me siento a leer, y es trabajo. Es por respeto al autor, y porque si
vas a tener un programa de libros es porque te gusta leer.
—
¿Preparas
las entrevistas o improvisas?
—
No, tengo mi cuadernito. Soy muy mala preguntadora,
porque no hago preguntas muy concretas, a veces pasa que digo “En este libro la
muerte es muy importante”, y si me encuentro con un entrevistado mamón, me
puede decir que sí y ya. Lo que hago es que rayo el libro y me hago una guía
muy genérica que se va deslizando por algún personaje en especial y esas cosas.
Hay muchas entrevistas que fluyen increíblemente desde la primera pregunta y
hay otras, incluso con gente que conozco, que no fluye. La peor entrevista de
mi vida fue con mi exnovio, cuando todavía era mi novio, yo sabía todo del
disco, y nos congelamos. Era Fobia, y se acababan de reunir después de muchos
años, y les dije por… listilla, “ustedes ya tuvieron todas las viejas, la fama,
la lana, ¿qué los motiva para juntarse?” y el güey me dijo “pues las viejas, la
fama, la lana…”, y me chingó, porque le quise meter y me la voltearon. Al final
me dijeron “no vuelvo a venir a entrevista contigo”. Ricardo Rocha daba un
consejo, yo del entrevistado quiero saber lo principal, hay que informar para
hacer una buena entrevista, pero no hay que saber todo, porque lo que yo quiero
preguntar es lo que la gente también se estará preguntando. Hay que preparar un
contexto para que el más sabio y el más ignorante puedan entender. Hay que
saber contar el cuento sin revelar, enganchar. Hay que saber bajar el balón.
—
¿Escribes?
Sí. Antes
escribía más, sin pudor que es como creo que se debe hacer. Pero mientras más
leo y entrevisto autores, menos escribo, porque me da pudor. Escribí durante
muchos años un blog en Dixo, que no está muy bien escrito, pero tiene dos o
tres cosas buenas. Cuando empecé la maestría llevaba yo mis textos, había
taller. Alguien que fue fundamental para mí fue Eduardo Casar porque yo
escribía muy cursi, y de pronto era tan cursi que la gente se reía porque
pensaban que yo era irónica. Después empecé a escribir crónicas y Casar se
cagaba de risa, me decía “ahí está”, justamente a Pancho Hinojosa me lo dio a
leer Casar, me dijo “lee a este güey porque tienes algo de humor, y eso es muy
difícil, y empecé a escribir mucha más crónica de humor, que es lo que más me
gusta. Escribí un libro que se llama Elefantes,
arañas y demás cuestiones de vida o muerte con aforismos, textitos y pseudo
poemas como proyecto final de la maestría. He escrito en varias revistas de
música, con Los suicidas también
escribí crónicas del tráfico, la pena de amor y eso. De pronto lo hago, pero le
tengo tanto respeto a la literatura y al ritual que no lo he vuelto a hacer.
Tendrá que salir algo, pero sí me da terror. Hace poco me pidieron un cuento y
salió como el agua, lo disfruté mucho. Hay tres cosas bien complicadas en la
literatura: el humor, el erotismo y el terror; cuando realmente conecta, me
parece genial. Me gustaría retomar la escritura, pero creo que necesito más
confianza.