martes, 20 de enero de 2015

UNA EDITORIAL INDEPENDIENTE DE UNA SOLA PERSONA

La Cabra Ediciones es una de las muchas editoriales independientes que hoy en día luchan en el difícil mercado editorial mexicano. Resultado de la fructífera experiencia con la revista de poesía Alforja, La Cabra Ediciones es hoy en día la única editorial independiente hecha de una sola persona, la valiente enamorada de los libros y las artes, María Luisa Passarge. Para terminar el 2014 lanzaron cuatro libros que dan una muestra del abanico de géneros que se han atrevido a publicar.

  • ·         “Cuando hago cualquier libro intento estar siempre en contacto los autores, pues leo lo que me dan y dialogo con ellos para saber por qué pusieron tal o cual cosa. Y en libros de fotografía como El rostro de las letras fue mucho trabajo en conjunto para poder hacer que las fotografías dialogaran.”
  •  “Lo que caracteriza a La Cabra Ediciones es que yo hago tanto el trabajo de edición como el de diseño y formación, siempre de la mano con los autores.”




Rayuela: Cuaderno de lactura es una de las
más recientes publicaciones de La Cabra
   ¿Antes de ser La Cabra Ediciones había algún antecedente?
   El catálogo viene desde Alforja, una revista de 1979 que se dedicaba a la poesía y después nos formamos como editorial de poesía, y fue cuando terminó el proyecto de Alforja que nació La Cabra Ediciones.

   ¿Cuántos libros lleva La Cabra Ediciones en su catálogo?
   EL catálogo en general de La Cabra comprende alrededor de 50 títulos, de los cuales 10 han salido como La Cabra Ediciones, más o menos desde 2008.

   ...con un catálogo variado
   Sí, lo que pasa es que a partir de que yo me quedo con La Cabra, me interesa mucho abrir el abanico de género. La poesía sí me gusta mucho, pero el arte también, y el ensayo también.


   ¿Qué tan difícil es llevar sola una editorial como La Cabra?
   Es algo chistoso. Por ejemplo, yo hice la maestría de diseño y producción editorial en la UAM; fui conejillo de indias en la licenciatura de diseño y en la maestría. Mi tesis fue sobre las editoriales independientes, y lo que descubrí con mi tesis y el desarrollo del trabajo es que a La Cabra lo que la caracteriza es que, de las que conozco, la única editorial que es  de una sola persona; todas las otras editoriales son de dos, tres o más personas, y aquí soy yo la que hace todo. Además también hago yo misma el diseño, las otras editoriales están hechas por editores o escritores que ponen su negocio y contratan los otros trabajos como el diseño; aquí en La Cabra yo soy la editora y diseñadora.

   ¿Y cómo vive una editorial independiente en el mercado mexicano donde las transnacionales controlan casi a todos los sellos?
   Es muy complicado. Hay muchísimas cosas con las que el mundo editorial en general tiene que lidiar, grandes y chiquitas. Obviamente para las chiquitas es mucho más complicado. Está todo eso del término independiente, yo creo que somos lo menos independiente del mundo, porque yo no puedo sacar un libro sola, siempre necesito el apoyo de un coeditor o mecenas que me apoye con la producción. La política de las librerías: llegan los libros, están una semana en la mesa de las novedades y después de eso se pasan a los anaqueles normales; por ejemplo, de mis libros Músculo corazón, o cuando murió Lêdo Ivo, Carlos Montemayor, de repente son como picos en nuestras ventas; pero en realidad lo que nos funciona es que la gente pida nuestros libros, prácticamente piden los libros directamente a la editorial. A través de EDUCAL u otras distribuidoras hemos logrado que nuestros libros de poesía o ensayo no caduquen, por ejemplo, a través de EDUCAL  me reportan la venta de libros de 2005 o 2007, pero finalmente nunca recupero la inversión en un libro por las ventas. Y las librerías le dan un trato muy diferente a las editoriales chiquitas.



   Y para los lectores que están leyendo ahora esta entrevista y están interesados en conseguir alguno de estos nuevos títulos ¿cómo pueden contactar a La Cabra?

   En internet, en la página web www.lacabraediciones.com. Hay venta en línea y están todos los teléfonos de contacto. 






*Esta entrevista fue publicada originalmente en el periódico Liberación en su edición de enero de 2015
http://www.liberacionmx.com/  

EL DUENDE SIGUE HACIENDO TRAVESURAS

Rogelio Cuéllar en el Parque México
Bautizado como El duende por Jorge Luis Borges, Rogelio Cuéllar (1950) ha retratado en sus más de 47 años de trabajo a los más grandes artistas que han pasado por México. Desde hace tres años emprendió, junto con María Luisa Passarge directora de la editorial La Cabra Ediciones, la tarea de formar dos libros sobre su obra; el primero es El rostro de las letras que ha visto la luz en una coedición con Conaculta, y El rostro de la plástica, dos proyectos que recuperan para el público gran parte de la memoria fotográfica de las artes en México.

EL rostro de las letras reúne 155 retratos de escritores entre los que se encuentran José Revueltas, Octavio Paz, Efraín Huerta y José Emilio Pacheco. El libro no se termina aquí, los retratos que ha hecho Cuéllar son miles y entre sus planes está el sacar un segundo tomo. 

   ¿Cómo te haces un fotógrafo cultural?
   Cuando fundamos La Jornada, todos los fotógrafos hacíamos de todas las fuentes y no existía especialización en nada. Yo, por ejemplo, comencé a hacer fotografía de futbol, pero me quedaban como ballet, todos brincando y bailando, aparte que nunca veía la pinche pelota. Con los políticos es morirse de aburrimiento, es un trabajo reiterativo y en el que me di cuenta de estar contribuyendo a la demagogia visual porque todos aparentan cargar niños, saludar viejitas… Por ejemplo, a Héctor García lo contrataban para las campañas presidenciales y con él me tocó trabajar en la campaña de López-Portillo y De la Madrid. Héctor nos contrataba a diez fotógrafos –nos pagaba el PRI–, nos prestaban equipo, nos daban rollos y hacían corte tres veces al día, nos los recogían. Era ver en cada pueblito la misma historia en la que van y saludan a la banderita con los niños, pero yo ya venía de Proceso, donde fotografié a los políticos con un sentido mucho más crítico e irónico, aunque tampoco sirve para nada porque las actitudes son iguales; los políticos son malos actores. Decidí que el mundo de la política no me interesaba en mi trabajo, y desde que trabajé en Difusión Cultural de la UNAM quedé atrapado en el universo de los creadores. Me pagaban por los festivales de teatro, por ver el ballet coreográfico de Gloria Contreras, y las grandes mesas y conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras, ese universo me jaló. Estar trabajando esos años en Difusión Cultural fue como hacer mi maestría o doctorado. Después trabajé en la Facultad de Filosofía y Letras cuando estaba Gonzalo Celorio como coordinador de extensión académica, ahí tuve mi plaza de técnico de medio tiempo, y mi trabajo consistía en fotografiar todas las conferencias, mesas redondas, simposios y demás, era padrísimo porque me pagaban por estar en conferencias. Desde esos años decidí que lo que yo quería en mi obra era a los creadores, aunque no descarto hacer chambas como las fotos que hice para la campaña a la presidencia de Creel.

   Si no me equivoco, el primer escritor al que retrataste fue a Ricardo Garibay…
   Sí, para una entrevista que le hizo Margarita García Flores para Radio UNAM, que era la entrevistadora de la época cuando estaba Gastón García Cantú como director de Difusión Cultural. Yo trabajaba como freelance haciendo la fotografía de todas las obras de teatro, danza y conferencias. Yo tenía 18 años cuando empecé a hacer esas fotos; en este nuevo libro publicado por La Cabra Ediciones, abarcamos fotografías de 47 años de trabajo. Las dos fotos más antiguas del libro son las de Monsiváis y Rulfo, del 69.

   Tu primera exposición se llamó La vuelta al mundo en ochenta rollos, ¿en esa exposición ya retratabas a creadores de arte?
   No. Fue mi primera exposición y fue en 1970. Esa exposición fue sobre los jóvenes, como trabajaba de freelance en muchas revistas (Sucesos para todos, Siempre, etcétera), siempre estaba en las manifestaciones, los movimientos sociales, fui a buscar a los hippies, manifestaciones de peace and love, también Avándaro me tocó. Esa primera exposición fue en una preparatoria en Salamanca y era básicamente sobre los jóvenes en México.

   Y ahí regresa la relación con Ricardo Garibay…
   Sí, él una vez me dijo “Yo necesito unas fotos para un libro” y yo estaba feliz porque eran para uno de sus primeros libros con Joaquín Mortiz (editorial). Me dijo “Bueno, yo quiero fotos, pero no tengo dinero. Te puedo invitar una tora o un café.” Yo le dije que aceptaba, pero quería las dos cosas. De ahí nació una gran admiración de mí para él, y por su parte era como un papá grande. Le gustaba convocar gente en su casa de Satélite y hacía tertulias a las que me comenzó a invitar, y para mí fue muy importante eso porque me di cuenta de que no sabía nada. Ellos hablaban de Bergman, Pasolini, Mafalda, Hemingway; ahí fue cuando yo dije “ya no regreso o comienzo a leer, aprendo y regreso”. Frecuenté mucho esas tertulias hasta que un día –eran dos salas, en una estaban los grandes y en otra nos tenían a los escuincles– me llamó hasta donde estaba él y se me abrió el universo. Entonces la UNAM para mí ha sido fundamental.
Para esa primera exposición yo le mostré las fotos a Garibay, a él le gustan y le digo “me gustaría que me escribiera un texto porque me invitaron a exponerlas”, y el texto de mi primera exposición a los 20 años fue escrito por Ricardo Garibay.

   Este nuevo libro El rostro de las letras (La Cabra ediciones), es un libro que los que seguimos tu trabajo llevábamos un buen rato esperando desde que salió el pequeño catálogo Cuatro décadas del rostro de la plástica 1972-2011.
   Ya había un pequeño antecedente de El rostro de las letras de 1997 y se hizo en la Biblioteca México de la Ciudadela. Es un catálogo, y lo que hacía falta era un libro. Para un fotógrafo, cuando va a tener un libro de fotografías, a lo que aspira uno es a tener algo muy bien diseñado y en un formato digno para lucir las fotografías.

   Para esta gran edición de El rostro de las letras sí han conservado las fechas y los lugares donde se han tomado.
   Aquí la clave es María Luisa Passarge que como editora me exigió que cada fotografía llevara fecha y lugar, lo cual implicó meterme a los negativos y revisar todos los datos que he ido anotando en ellos. Últimamente me interesa mucho la cronología de lo que he ido fotografiando, básicamente mi proceso creativo.

   ¿Quién hizo el texto que acompaña las fotografías de El rostro mexicano de las letras?
   Es un súper ensayo de Laura González Flores, que es la subdirectora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y se ha especializado en fotografía. Para mí ha sido un texto muy revelador, cuando me pregunto “¿A poco yo hago todo eso?” Es un análisis muy rico y muy agudo.
   ¿Y conservas todos tus negativos?
   Sí, yo creo que el 99 por ciento de mis negativos los tengo guardados. María Luisa me exigió esos datos para el libro, porque es parte del concepto. Es de una manera, una enciclopedia contemporánea de los creadores.

   Para El rostro de las letras ¿cómo fue la selección de las fotografías?
   Es muy interesante, por ejemplo, con José Revueltas es muy peculiar el concepto del diseño porque aparece el contacto fotográfico, en este caso de 6x6, de las once fotografías que le tomé en la secuencia la que me significa más es la que aparece amplificada. Aquí se muestran incluso los errores de revelado porque va todo el proceso histórico de esa foto, también se va viendo cómo voy encuadrando; a mí me interesa mucho que con este libro se logre ver el proceso creativo.
   La mayoría de los escritores que salen retratados en este nuevo libro son escritores que han vivido en México o ¿cómo le hiciste para escogerlos?
   La mayoría han hecho su obra aquí, como Tito Monterroso, Álvaro Mutis, García Márquez. Como en toda antología, a mí me hubiera gustado que estuvieran 300, pero fui quitando pensando en sacar un segundo tomo, pero fundamentalmente son escritores muy cercanos y muy admirados, cada uno de ellos me significa algo especial, aunque hay muchos a los que admiro mucho y no pudieron estar en este libro. Lo que sí me interesa con El rostro de las letras es que sea un mapa muy amplio y representativo de varias generaciones, no nada más los muy consagrados, sino también las generaciones más recientes. Parte de mi disciplina es tener un seguimiento de ellos, cualquier oportunidad que hay aprovecharla para hacer más fotografías, y como ya son parte de la familia es continuar con un diálogo que iniciamos con la primer fotografía.

   Y en el caso de los escritores ¿a todos los has leído?
   Sí, procuro eso. De ahí que de pronto a alguien que no conozco le digo que quiero verlo, platicar con él y leerlo. Inclusive llego a hacer fotos, hago un retrato, pero no tengo EL retrato. Intento saber qué escriben y conocer su universo.

   Para los retratos que hemos visto que haces ¿cómo le haces, pones a los escritores a posar de alguna forma en especial?
   No, simplemente me gustan mucho sus espacios, aunque recientemente para las últimas fotos lo que he hecho es sacarlos de su espacio para verlos en diferentes entornos. Me clavo mucho en el diálogo que se puede crear con la mirada, es siempre una exigencia de la mirada. Lo sabemos de la historia del arte, como en los retratos pictóricos te sigue la mirada.

   Como la mirada de Borges.
   Sí, para mí era un desafío. Yo sabía que estaba perdiendo la vista, y me clavé mucho en su mirada, en la búsqueda de la brillantez y luminosidad de sus ojos.

   ¿Qué historias hay detrás de una foto, por ejemplo, a Octavio Paz?
   En la foto de Octavio Paz saliendo de su estudio. Me recibe Marie Jo Paz, ya tenía cita con él, pero me dice Marie Jo “Dice Octavio que hoy no está de ánimo para que le hagas retratos”, y le dije “Ah, bueno, nomás quiero saludar”. Yo ya había acomodado mi tripié con una cámara 6x6, y antes que salga hago la primera foto, cuando va saliendo saco la segunda y ya que me dice que no puedo tomarle las fotos ese día, le pido que me haga un recadito de que sí vine pero que no me pudo recibir. Entonces Paz me hizo el recadito para Carlos Payán que nunca entregué, ese lo tengo yo.

   Dice Esther Seligson en un texto sobre tu obra “el paso del tiempo no es el paso del hombre”, sin embargo tú en tu trabajo retratas el paso del tiempo sobre los artistas.
   Justo es eso en lo que estriba el valor del libro, porque hay muchos a los que los he retratado durante muchos años. Tengo muchas mejores, supuestamente porque son más contemporáneas, pero escogí las que me significan mucho por la época. También me interesa mucho la dignidad de las personas que aunque estén viejos, sean retratados con la dignidad que se merecen.

   Como la foto a Juan García Ponce.
   Sí, es el portento. Él ya no podía escribir o mover nada salvo la cabeza, pero en la foto sale muy digno, con toda la fuerza que expresaba en sus libros.

   Y podemos ver a lo largo del libro todo tu desarrollo, como en las últimas fotografías como la hecha al poeta Hernán Bravo Varela.
   Sí, ahí ya hay unos encuadres más precisos. Las primeras fotos están hechas con una Pentax 35, ahora con el desarrollo que ha habido en la tecnología utilizo una Nikon o Canon, pero en el libro ha fotos de cámaras de 35mm y 6x6, que son dos formatos que me gustan mucho. Las últimas tres fotografías son hechas con cámaras digitales.

   ¿Qué opinas de que ahora cualquier persona se crea o intente ser fotógrafo con la facilidad de un celular?
   Hay una sobrevaloración de que ahora cualquiera ya con un dispositivo ya es fotógrafo. Sí, hay una gran ventaja y se pueden captar imágenes, pero yo creo que el sentido de mirar a través del objetivo, editar... –que es parte de lo que hace uno como fotógrafo, edita parte de la realidad–, la composición, las luces y las sombras, por eso me gusta tanto el blanco y negro, porque con ellos logras una síntesis desde el blanco blanco hasta el negro negro, con todos los grises que hay en medio. Hay una intuición que desarrolla uno como fotógrafo, viendo cine, teatro, danza, pintura, escultura.

   ¿Y cómo vives el cambio tecnológico en tus herramientas de trabajo? ¿te gustan igual?
   De lo analógico lo que me encanta es revelar el rollo, aparecer, imprimir ¡y que se me revele! Ahí está la palabra, se me va revelando la imagen y la voy viendo. En lo digital valoro la inmediatez y la capacidad. Sí utilizo las nuevas tecnologías para la fotografía, pero el placer de hacer fotografía en blanco y negro en mi negativo… no lo voy a dejar.

   Es como los escritores que siguen escribiendo a mano.
   Exacto. Garibay escribía primero con lápiz suave, después corregía con uno del número 2, después del 3, y ya al final lo hacía con tinta en pluma fuente. Es parte del mimo ritual del proceso creativo. Un día me dijo García Márquez, ya que él fue uno de los primeros que utilizó la Mac, que fue para él una revolución al momento de corregir y releer.

   ¿Qué opinas que tus fotografías se hayan vuelto parte de la historia?
   Bueno, a mí me da mucho gusto que ya están en la memoria colectiva. Yo no comencé a inventar el hilo negro, ni estoy haciendo nada nuevo, sino que todos los fotógrafos, de cualquier país y disciplina, de una manera u otra han retratado a sus contemporáneos. Si vemos a Mapplethorpe, pues Patti Smith, Andy Warhol, y todo ese universo que le tocó vivir. Sí hay una conciencia, y una conciencia de responsabilidad profesional que obtuve como intuición y que he ido desarrollando, de que ahora que soy más retratista estoy haciendo una memoria visual del acontecer cultural en México de la época que me toca vivir.

   ¿Cómo podríamos considerar tu trabajo, como fotoperiodismo o como fotografía histórica?
   Fotoperiodismo. Mi formación es como fotoperiodista freelance, ¿pero qué pasa con el periodismo? La foto o la nota de hoy es la noticia, pero mañana ya comienza a formar parte de la historia, es el proceso natural del periodismo. Otra característica de mi trabajo es el valor del archivo, del negativo físicamente con su clasificación, fecha y nombres; conservar y cuidar los negativos. Cuando en todos los periódicos eran operadores de cámara: oprimían su botoncito, imprimían su foto y dejaban pegados sus rollos en las paredes de los laboratorios, cumplían con la chamba mas no con s u profesión como fotógrafos.

   Además de retratar a escritores y artistas, has hecho fotografía de muchas otras cosas…
   Sí, es parte de mi disciplina estar registrando los movimientos sociales: las marchas de Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador (yo también creí en algún momento, aunque ahora no crea en ningún político ni ningún partido), pero los movimientos sociales me interesan mucho. Es parte de la tradición que aprendí de los grandes periodistas como Héctor García, Nacho López, Rodrigo Moya; es parte de mi responsabilidad social, profesional y personal. Fui a la manifestación del 20 de noviembre por disciplina de estar, porque era un momento histórico para México.

   ¿Cuál es tu mejor foto?
   La que tengo que hacer. Las mejores fotos son las que no he podido tomar.

   ¿Siempre has pedido permiso para tomar una foto?
   En los retratos sí, pero con las de la calle primero disparo y luego aviso.

   ¿Qué nuevos proyectos vienen para 2015?

   En corto y mediano plazo son hacer El rostro de la plástica, seguir trabajando a los escritores… tengo todavía muchos huecos tanto en escritores como artistas plásticos. De hecho tengo la beca del Sistema Nacional de Creadores y el proyecto es llenar esos huecos, trabajar hacia a atrás, organizar mis archivos y la digitalización.





 *Esta entrevista fue publicada originalmente en el periódico Liberación en su edición de enero de 2015
http://www.liberacionmx.com/