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Rogelio Cuéllar en el Parque México |
Bautizado como El duende por
Jorge Luis Borges, Rogelio Cuéllar (1950) ha retratado en sus más de 47 años de
trabajo a los más grandes artistas que han pasado por México. Desde hace tres
años emprendió, junto con María Luisa Passarge directora de la editorial La
Cabra Ediciones, la tarea de formar dos libros sobre su obra; el primero es El rostro de las letras que ha visto la
luz en una coedición con Conaculta, y El
rostro de la plástica, dos proyectos que recuperan para el público gran
parte de la memoria fotográfica de las artes en México.
EL rostro de las letras
reúne 155 retratos de escritores entre los que se encuentran José Revueltas,
Octavio Paz, Efraín Huerta y José Emilio Pacheco. El libro no se termina aquí, los retratos que ha hecho Cuéllar son miles y entre sus planes está el sacar un segundo tomo.
— ¿Cómo te haces un fotógrafo cultural?
— Cuando
fundamos La Jornada, todos los
fotógrafos hacíamos de todas las fuentes y no existía especialización en nada.
Yo, por ejemplo, comencé a hacer fotografía de futbol, pero me quedaban como
ballet, todos brincando y bailando, aparte que nunca veía la pinche pelota. Con
los políticos es morirse de aburrimiento, es un trabajo reiterativo y en el que
me di cuenta de estar contribuyendo a la demagogia visual porque todos
aparentan cargar niños, saludar viejitas… Por ejemplo, a Héctor García lo
contrataban para las campañas presidenciales y con él me tocó trabajar en la
campaña de López-Portillo y De la Madrid. Héctor nos contrataba a diez
fotógrafos –nos pagaba el PRI–, nos prestaban equipo, nos daban rollos y hacían
corte tres veces al día, nos los recogían. Era ver en cada pueblito la misma
historia en la que van y saludan a la banderita con los niños, pero yo ya venía
de Proceso, donde fotografié a los
políticos con un sentido mucho más crítico e irónico, aunque tampoco sirve para
nada porque las actitudes son iguales; los políticos son malos actores. Decidí
que el mundo de la política no me interesaba en mi trabajo, y desde que trabajé
en Difusión Cultural de la UNAM quedé atrapado en el universo de los creadores.
Me pagaban por los festivales de teatro, por ver el ballet coreográfico de
Gloria Contreras, y las grandes mesas y conferencias en la Facultad de
Filosofía y Letras, ese universo me jaló. Estar trabajando esos años en
Difusión Cultural fue como hacer mi maestría o doctorado. Después trabajé en la
Facultad de Filosofía y Letras cuando estaba Gonzalo Celorio como coordinador
de extensión académica, ahí tuve mi plaza de técnico de medio tiempo, y mi
trabajo consistía en fotografiar todas las conferencias, mesas redondas,
simposios y demás, era padrísimo porque me pagaban por estar en conferencias.
Desde esos años decidí que lo que yo quería en mi obra era a los creadores,
aunque no descarto hacer chambas como las fotos que hice para la campaña a la
presidencia de Creel.
— Si no me equivoco, el primer escritor al
que retrataste fue a Ricardo Garibay…
— Sí,
para una entrevista que le hizo Margarita García Flores para Radio UNAM, que
era la entrevistadora de la época cuando estaba Gastón García Cantú como director
de Difusión Cultural. Yo trabajaba como freelance
haciendo la fotografía de todas las obras de teatro, danza y conferencias.
Yo tenía 18 años cuando empecé a hacer esas fotos; en este nuevo libro
publicado por La Cabra Ediciones, abarcamos fotografías de 47 años de trabajo.
Las dos fotos más antiguas del libro son las de Monsiváis y Rulfo, del 69.
— Tu primera exposición se llamó La vuelta al mundo en ochenta rollos,
¿en esa exposición ya retratabas a creadores de arte?
— No.
Fue mi primera exposición y fue en 1970. Esa exposición fue sobre los jóvenes,
como trabajaba de freelance en muchas
revistas (Sucesos para todos, Siempre, etcétera), siempre estaba en
las manifestaciones, los movimientos sociales, fui a buscar a los hippies,
manifestaciones de peace and love,
también Avándaro me tocó. Esa primera exposición fue en una preparatoria en
Salamanca y era básicamente sobre los jóvenes en México.
— Y ahí regresa la relación con Ricardo
Garibay…
— Sí,
él una vez me dijo “Yo necesito unas fotos para un libro” y yo estaba feliz
porque eran para uno de sus primeros libros con Joaquín Mortiz (editorial). Me
dijo “Bueno, yo quiero fotos, pero no tengo dinero. Te puedo invitar una tora o
un café.” Yo le dije que aceptaba, pero quería las dos cosas. De ahí nació una
gran admiración de mí para él, y por su parte era como un papá grande. Le
gustaba convocar gente en su casa de Satélite y hacía tertulias a las que me
comenzó a invitar, y para mí fue muy importante eso porque me di cuenta de que
no sabía nada. Ellos hablaban de Bergman, Pasolini, Mafalda, Hemingway; ahí fue
cuando yo dije “ya no regreso o comienzo a leer, aprendo y regreso”. Frecuenté
mucho esas tertulias hasta que un día –eran dos salas, en una estaban los
grandes y en otra nos tenían a los escuincles– me llamó hasta donde estaba él y
se me abrió el universo. Entonces la UNAM para mí ha sido fundamental.
Para esa primera
exposición yo le mostré las fotos a Garibay, a él le gustan y le digo “me
gustaría que me escribiera un texto porque me invitaron a exponerlas”, y el
texto de mi primera exposición a los 20 años fue escrito por Ricardo Garibay.
— Este nuevo libro El rostro de las letras (La Cabra ediciones), es un libro que los
que seguimos tu trabajo llevábamos un buen rato esperando desde que salió el
pequeño catálogo Cuatro décadas del
rostro de la plástica 1972-2011.
— Ya
había un pequeño antecedente de El rostro
de las letras de 1997 y se hizo en la Biblioteca México de la Ciudadela. Es
un catálogo, y lo que hacía falta era un libro. Para un fotógrafo, cuando va a
tener un libro de fotografías, a lo que aspira uno es a tener algo muy bien
diseñado y en un formato digno para lucir las fotografías.
—
Para esta
gran edición de El rostro de las letras
sí han conservado las fechas y los lugares donde se han tomado.
—
Aquí la clave es María Luisa Passarge que como
editora me exigió que cada fotografía llevara fecha y lugar, lo cual implicó
meterme a los negativos y revisar todos los datos que he ido anotando en ellos.
Últimamente me interesa mucho la cronología de lo que he ido fotografiando,
básicamente mi proceso creativo.
— ¿Quién hizo el texto que acompaña las
fotografías de El rostro mexicano de las
letras?
— Es
un súper ensayo de Laura González Flores, que es la subdirectora del Instituto
de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y se ha especializado en fotografía.
Para mí ha sido un texto muy revelador, cuando me pregunto “¿A poco yo hago
todo eso?” Es un análisis muy rico y muy agudo.
—
¿Y
conservas todos tus negativos?
—
Sí, yo creo que el 99 por ciento de mis
negativos los tengo guardados. María Luisa me exigió esos datos para el libro,
porque es parte del concepto. Es de una manera, una enciclopedia contemporánea
de los creadores.
— Para El
rostro de las letras ¿cómo fue
la selección de las fotografías?
— Es
muy interesante, por ejemplo, con José Revueltas es muy peculiar el concepto
del diseño porque aparece el contacto fotográfico, en este caso de 6x6, de las
once fotografías que le tomé en la secuencia la que me significa más es la que
aparece amplificada. Aquí se muestran incluso los errores de revelado porque va
todo el proceso histórico de esa foto, también se va viendo cómo voy encuadrando;
a mí me interesa mucho que con este libro se logre ver el proceso creativo.
— La mayoría de los escritores que salen
retratados en este nuevo libro son escritores que han vivido en México o ¿cómo
le hiciste para escogerlos?
— La
mayoría han hecho su obra aquí, como Tito Monterroso, Álvaro Mutis, García
Márquez. Como en toda antología, a mí me hubiera gustado que estuvieran 300,
pero fui quitando pensando en sacar un segundo tomo, pero fundamentalmente son
escritores muy cercanos y muy admirados, cada uno de ellos me significa algo
especial, aunque hay muchos a los que admiro mucho y no pudieron estar en este
libro. Lo que sí me interesa con El
rostro de las letras es que sea un mapa muy amplio y representativo de
varias generaciones, no nada más los muy consagrados, sino también las
generaciones más recientes. Parte de mi disciplina es tener un seguimiento de
ellos, cualquier oportunidad que hay aprovecharla para hacer más fotografías, y
como ya son parte de la familia es continuar con un diálogo que iniciamos con
la primer fotografía.
— Y en el caso de los escritores ¿a todos los
has leído?
—
Sí, procuro eso. De ahí que de pronto a alguien
que no conozco le digo que quiero verlo, platicar con él y leerlo. Inclusive
llego a hacer fotos, hago un retrato, pero no tengo EL retrato. Intento saber
qué escriben y conocer su universo.
— Para los retratos que hemos visto que haces
¿cómo le haces, pones a los escritores a posar de alguna forma en especial?
— No,
simplemente me gustan mucho sus espacios, aunque recientemente para las últimas
fotos lo que he hecho es sacarlos de su espacio para verlos en diferentes
entornos. Me clavo mucho en el diálogo que se puede crear con la mirada, es
siempre una exigencia de la mirada. Lo sabemos de la historia del arte, como en
los retratos pictóricos te sigue la mirada.
— Como la mirada de Borges.
— Sí,
para mí era un desafío. Yo sabía que estaba perdiendo la vista, y me clavé
mucho en su mirada, en la búsqueda de la brillantez y luminosidad de sus ojos.
— ¿Qué historias hay detrás de una foto, por
ejemplo, a Octavio Paz?
— En
la foto de Octavio Paz saliendo de su estudio. Me recibe Marie Jo Paz, ya tenía
cita con él, pero me dice Marie Jo “Dice Octavio que hoy no está de ánimo para
que le hagas retratos”, y le dije “Ah, bueno, nomás quiero saludar”. Yo ya
había acomodado mi tripié con una cámara 6x6, y antes que salga hago la primera
foto, cuando va saliendo saco la segunda y ya que me dice que no puedo tomarle
las fotos ese día, le pido que me haga un recadito de que sí vine pero que no
me pudo recibir. Entonces Paz me hizo el recadito para Carlos Payán que nunca
entregué, ese lo tengo yo.
— Dice Esther Seligson en un texto sobre tu
obra “el paso del tiempo no es el paso del hombre”, sin embargo tú en tu
trabajo retratas el paso del tiempo sobre los artistas.
— Justo
es eso en lo que estriba el valor del libro, porque hay muchos a los que los he
retratado durante muchos años. Tengo muchas mejores, supuestamente porque son
más contemporáneas, pero escogí las que me significan mucho por la época.
También me interesa mucho la dignidad de las personas que aunque estén viejos,
sean retratados con la dignidad que se merecen.
— Como la foto a Juan García Ponce.
— Sí,
es el portento. Él ya no podía escribir o mover nada salvo la cabeza, pero en
la foto sale muy digno, con toda la fuerza que expresaba en sus libros.
— Y podemos ver a lo largo del libro todo tu
desarrollo, como en las últimas fotografías como la hecha al poeta Hernán Bravo
Varela.
— Sí,
ahí ya hay unos encuadres más precisos. Las primeras fotos están hechas con una
Pentax 35, ahora con el desarrollo que ha habido en la tecnología utilizo una
Nikon o Canon, pero en el libro ha fotos de cámaras de 35mm y 6x6, que son dos
formatos que me gustan mucho. Las últimas tres fotografías son hechas con
cámaras digitales.
—
¿Qué
opinas de que ahora cualquier persona se crea o intente ser fotógrafo con la
facilidad de un celular?
—
Hay una sobrevaloración de que ahora cualquiera
ya con un dispositivo ya es fotógrafo. Sí, hay una gran ventaja y se pueden
captar imágenes, pero yo creo que el sentido de mirar a través del objetivo,
editar... –que es parte de lo que hace uno como fotógrafo, edita parte de la
realidad–, la composición, las luces y las sombras, por eso me gusta tanto el
blanco y negro, porque con ellos logras una síntesis desde el blanco blanco
hasta el negro negro, con todos los grises que hay en medio. Hay una intuición
que desarrolla uno como fotógrafo, viendo cine, teatro, danza, pintura,
escultura.
— ¿Y cómo vives el cambio tecnológico en tus
herramientas de trabajo? ¿te gustan igual?
— De
lo analógico lo que me encanta es revelar el rollo, aparecer, imprimir ¡y que
se me revele! Ahí está la palabra, se me va revelando la imagen y la voy
viendo. En lo digital valoro la inmediatez y la capacidad. Sí utilizo las
nuevas tecnologías para la fotografía, pero el placer de hacer fotografía en
blanco y negro en mi negativo… no lo voy a dejar.
— Es como los escritores que siguen
escribiendo a mano.
— Exacto.
Garibay escribía primero con lápiz suave, después corregía con uno del número
2, después del 3, y ya al final lo hacía con tinta en pluma fuente. Es parte
del mimo ritual del proceso creativo. Un día me dijo García Márquez, ya que él
fue uno de los primeros que utilizó la Mac, que fue para él una revolución al
momento de corregir y releer.
— ¿Qué opinas que tus fotografías se hayan
vuelto parte de la historia?
— Bueno,
a mí me da mucho gusto que ya están en la memoria colectiva. Yo no comencé a
inventar el hilo negro, ni estoy haciendo nada nuevo, sino que todos los
fotógrafos, de cualquier país y disciplina, de una manera u otra han retratado
a sus contemporáneos. Si vemos a Mapplethorpe, pues Patti Smith, Andy Warhol, y
todo ese universo que le tocó vivir. Sí hay una conciencia, y una conciencia de
responsabilidad profesional que obtuve como intuición y que he ido
desarrollando, de que ahora que soy más retratista estoy haciendo una memoria
visual del acontecer cultural en México de la época que me toca vivir.
— ¿Cómo podríamos considerar tu trabajo, como
fotoperiodismo o como fotografía histórica?
—
Fotoperiodismo. Mi formación es como
fotoperiodista freelance, ¿pero qué
pasa con el periodismo? La foto o la nota de hoy es la noticia, pero mañana ya
comienza a formar parte de la historia, es el proceso natural del periodismo.
Otra característica de mi trabajo es el valor del archivo, del negativo
físicamente con su clasificación, fecha y nombres; conservar y cuidar los
negativos. Cuando en todos los periódicos eran operadores de cámara: oprimían su
botoncito, imprimían su foto y dejaban pegados sus rollos en las paredes de los
laboratorios, cumplían con la chamba mas no con s u profesión como fotógrafos.
—
Además de
retratar a escritores y artistas, has hecho fotografía de muchas otras cosas…
— Sí,
es parte de mi disciplina estar registrando los movimientos sociales: las
marchas de Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador (yo también creí
en algún momento, aunque ahora no crea en ningún político ni ningún partido),
pero los movimientos sociales me interesan mucho. Es parte de la tradición que
aprendí de los grandes periodistas como Héctor García, Nacho López, Rodrigo
Moya; es parte de mi responsabilidad social, profesional y personal. Fui a la
manifestación del 20 de noviembre por disciplina de estar, porque era un
momento histórico para México.
— ¿Cuál es tu mejor foto?
— La
que tengo que hacer. Las mejores fotos son las que no he podido tomar.
— ¿Siempre has pedido permiso para tomar una
foto?
— En
los retratos sí, pero con las de la calle primero disparo y luego aviso.
— ¿Qué nuevos proyectos vienen para 2015?
— En
corto y mediano plazo son hacer El rostro
de la plástica, seguir trabajando a los escritores… tengo todavía muchos
huecos tanto en escritores como artistas plásticos. De hecho tengo la beca del
Sistema Nacional de Creadores y el proyecto es llenar esos huecos, trabajar
hacia a atrás, organizar mis archivos y la digitalización.
*Esta entrevista fue publicada originalmente en el periódico Liberación en su edición de enero de 2015
http://www.liberacionmx.com/