viernes, 6 de marzo de 2015

Mariposas amarillas en el librero


Ahora que me siento como si estuviera frente al pelotón de fusilamiento, recuerdo que el primer libro de cuentos que leí completo se llama Doce cuentos peregrinos, que no fue mi intención leerlo,  sino que un día apareció en casa y por no tener más que hacer me puse a leer un libro que me llevaría a descubrir que la luz es como el agua y que la imaginación nos puede hacer navegar por lugares insospechados. También descubrí, con los seis o siete años que tenía, que hay mujeres que se alquilan… la de ese libro se alquilaba para soñar. Hace aproximadamente 15 años que ese libro me presentó a una bella durmiente que a falta de aviones en mi cotidianeidad, me he dedicado a buscar en cualquier tipo de transporte.

Hace ya casi un año que murió el Gabo, y su muerte me llevó a experimentar algo de lo más extraño. Por alguna razón hay quienes sienten ser más listos que otros por denostar a los grandes maestros, como si el haber hecho esa diatriba contra un grande lo pusiera un escalón encima de él sólo por haberla dicho. Recuerdo haber discutido con un sinfín de compañeros sobre el Gabo, en una facultad donde hay “revolucionarios”, “periodistas”, “escritores”, “políticos” y disque “científicos sociales, García Márquez era de los más nombrados, pero no para bien. Incluso maestros que se decían grandes periodistas (aun cuando en años no habían escrito nada más allá de su npombre) decían que Gabo no era periodista, que era un cuentacuentos barato al que la suerte le había dado el nobel. También estaban los compañeros que habían tocado la “alta literatura”, esos que habían convertido un ejemplar francés de La peste de Camus en libro sobaquero, y que la literatura de Márquez les parecía inferior. El día que murió el Gabo todos callaron.

García Márquez nos dio tanto que pasarán más de Cien años de soledad después de la muerte del último humano para que su marca se borre de este mundo. García Márquez nos dio geografía cuando junto a otros gritó al mundo que de este lado también se escribía, y se escribía bien; nos dio también una extensión geográfica con Macondo, una extensión geográfica porque ese lugar donde dicen vive el realismo mágico, es simplemente una reproducción generalizada de Latinoamérica a la que le han quitado el velo para magia misma del continente.

Uno de los primeros libros que leí empezando el semestre fue Noticia de un secuestro, esta mañana me puse a escribir un correo a la adjunta de esa materia para justificar mis últimas faltas, fue ahí que recordé que García Márquez cumpliría años hoy, corrí al librero y me encontré con las mariposas amarillas que ahí viven. Debo a Gabo, tal vez, mi vocación por contar historias, la escritura de cuentos tan apegada a la realidad que podrían ser crónicas periodísticas, Gabo me enseñó que el realismo mágico no es más que la realidad vista de una forma diferente.

Yo no vine a decir un discurso, yo sólo vine a mandar un correo; pero mientras pueda vivir para contarla voy a seguir agradeciendo todo lo que me dio Gabo.

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