Ahora que me siento como si
estuviera frente al pelotón de fusilamiento, recuerdo que el primer libro de
cuentos que leí completo se llama Doce cuentos
peregrinos, que no fue mi intención leerlo,
sino que un día apareció en casa y por no tener más que hacer me puse a
leer un libro que me llevaría a descubrir que la luz es como el agua y que la
imaginación nos puede hacer navegar por lugares insospechados. También
descubrí, con los seis o siete años que tenía, que hay mujeres que se alquilan…
la de ese libro se alquilaba para soñar. Hace aproximadamente 15 años que ese
libro me presentó a una bella durmiente que a falta de aviones en mi
cotidianeidad, me he dedicado a buscar en cualquier tipo de transporte.
Hace ya casi un año que murió el
Gabo, y su muerte me llevó a experimentar algo de lo más extraño. Por alguna
razón hay quienes sienten ser más listos que otros por denostar a los grandes
maestros, como si el haber hecho esa diatriba contra un grande lo pusiera un
escalón encima de él sólo por haberla dicho. Recuerdo haber discutido con un
sinfín de compañeros sobre el Gabo, en una facultad donde hay “revolucionarios”,
“periodistas”, “escritores”, “políticos” y disque “científicos sociales, García
Márquez era de los más nombrados, pero no para bien. Incluso maestros que se
decían grandes periodistas (aun cuando en años no habían escrito nada más allá
de su npombre) decían que Gabo no era periodista, que era un cuentacuentos
barato al que la suerte le había dado el nobel. También estaban los compañeros
que habían tocado la “alta literatura”, esos que habían convertido un ejemplar
francés de La peste de Camus en libro
sobaquero, y que la literatura de Márquez les parecía inferior. El día que
murió el Gabo todos callaron.
García Márquez nos dio tanto que
pasarán más de Cien años de soledad
después de la muerte del último humano para que su marca se borre de este
mundo. García Márquez nos dio geografía cuando junto a otros gritó al mundo que
de este lado también se escribía, y se escribía bien; nos dio también una
extensión geográfica con Macondo, una extensión geográfica porque ese lugar
donde dicen vive el realismo mágico, es simplemente una reproducción generalizada
de Latinoamérica a la que le han quitado el velo para magia misma del
continente.
Uno de los primeros libros que
leí empezando el semestre fue Noticia de
un secuestro, esta mañana me puse a escribir un correo a la adjunta de esa
materia para justificar mis últimas faltas, fue ahí que recordé que García
Márquez cumpliría años hoy, corrí al librero y me encontré con las mariposas amarillas que ahí viven. Debo a Gabo, tal vez, mi vocación por contar
historias, la escritura de cuentos tan apegada a la realidad que podrían ser
crónicas periodísticas, Gabo me enseñó que el realismo mágico no es más que la
realidad vista de una forma diferente.
Yo no vine a decir un discurso,
yo sólo vine a mandar un correo; pero mientras pueda vivir para contarla voy a seguir agradeciendo todo lo que me dio Gabo.
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