miércoles, 18 de junio de 2014

Viendo el futbol desde el gallinero.

“Cuando los héroes numerados saltan a la cancha, 
lo que está en juego ya no es un deporte. Alineados en el 
círculo central, los elegidos saludan a la gente. Sólo
 entonces se comprende la fascinación atávica del fútbol
 Son los nuestros. Los once de la tribu.”
JUAN VILLORO


Cuando uno tiene unas redes sociales tan diversas como mi Twitter y Facebook en temporada de reformas estructurales y Mundial de Futbol, es fácil encontrarse en el centro de discusiones inagotables. En esas discusiones es común identificar a los siguientes cuatro grupos:

·         Pamboleros de corazón: Estos aman el futbol. Todos los días, aunque no sepan en qué continente están los países en duelo, ellos viven el partido: lloran, se enojan, brincan y bailan con cada jugada. En los juegos de México son los más patriotas y al ver la camiseta verde con el águila mexicana les sale un grito de guerra que haría huir al tal Masiosare.
·         Revolucionarios: Estos odian el futbol. Al igual que los otros, se la viven frente a una pantalla, la diferencia es que estos están tuiteando el odio hacia el futbol, las conspiraciones que hay en torno al Mundial y diciendo que todos deberíamos hacer lo que ellos no hacen por hacer eso, protestar contra las reformas de Peña.
·         Indiferentes: A estos todo les vale un pito, o al menos eso dicen. Sí, les encanta estar frente a la pantalla escribiendo que nada les importa, que prefieren hablar con alguien más que ver el futbol, que prefieren irse a leer a Joyce que hablar de política o futbol porque eso es para “nacos” (aunque lo único que saben de Joyce es cómo se escribe y lo supieron por Wikipedia). Podríamos decir que este es el grupo que peor me cae, al parecer no les importa nada, pero se la pasan viendo qué ponen los demás para escribir que eso no les importa.
·         El tercer grupo no tiene una etiqueta tan sencilla, sólo puedo decir que somos lo del corazón partido. Nosotros disfrutamos de ver todo desde el gallinero, con una vista más amplia y objetiva. Sufrimos los golpes que echan de un lado para otro, pero tenemos la ventaja de también disfrutar los triunfos de cada lado.

El futbol en causas justas y en pro de la libertad de ideas

Cuenta Eduardo Galeano que en la España Franquista Santiago Bernabéu definía así la misión del Real Madrid: “Estamos prestando un servicio a la nación. Lo que queremos es tener contenta a la gente”, en esos mismos años el presidente del Atlético de Madrid, Vicente Calderón, dijo algo que complementaba lo dicho por su colega: “El futbol es bueno para que la gente no piense en otras cosas más peligrosas”. Así ha sido durante muchos años, entre dueños de clubes, televisoras, empresarios y políticos han convertido el futbol en una herramienta de usos múltiples; para distraer y someter, para hincharse los bolsillos de dinero, pero también para unir y empatar ideas como hizo el gobierno vasco cuando mandó en el año 1937 al equipo Euskadi a Francia y a otros países para hacer propaganda y recaudar fondos.

Otro de los momentos que más me han impactado de la historia del futbol y que me hace disfrutar más el ver un balón en la cancha es cuando en 1994 se promulgó en Brasil la Ley Pelé, que da libre albedrío a los jugadores para elegir el equipo con el que deseen jugar, y que obliga a los equipos soltar a los jugadores en cuanto su contrato termine.

Historias como las de arriba hay muchas, también hay otras macabras, pero si no exploramos e intentamos ver más allá del odio hacia el balón mágico que hipnotiza a las masas, quedaremos igual de hipnotizados por un odio sin sustento.

¿A qué viene tanto hablar de futbol y de dónde me salió el interés?

Sólo una vez he jugado fútbol y fue un acto de mero masoquismo, pues esa mañana me había esguinzado un dedo del pie izquierdo. Lejos de esa mañana de masoquismo brutal, nunca me ha interesado mucho el futbol, siempre creí que era algo más de hombres y que por eso no lo conocía, ya que en mi casa el único hombre era yo.

Con el tiempo le fui agarrando interés al asunto, me pareció impresionante que grandes personajes fueran fanáticos del futbol, personajes que a mi parecer de “revolucionario” de prepa no debían tener ni el más mínimo interés por algo tan absurdo. Después de esa sorpresa empecé a leer lo que personas como Eduardo Galeano, Juan Villoro, Eduardo Sacheri y Martín Caparrós, entre otros, tenían que decir sobre el futbol, sobra decir que me gustó y que me convencieron, que en el mundial actual he visto un montón de partidos y que más de uno he llegado a disfrutar.

Después de estar en los dos bandos principales de esta historia, puedo decir que lo mejor es estar viendo todo desde el gallinero, como lo hacía José Saramago en el Teatro de la Ópera cuando, siendo su familia muy pobre, un amigo de su padre lo dejaba entrar al teatro en Lisboa a ver y escuchar los actos desde el gallinero, donde él podía observar las verdades del teatro, ver todos los ángulos y descubrir que hay más allá; así también hizo Saramago en su última novela publicada que en realidad es la primera escrita, Claraboya, donde el narrador ve por la claraboya de un edificio la vida de sus inquilinos y conocer los ángulos de su vida y pensamiento.

Creo que podemos disfrutar el futbol como disfrutamos una película, una buena serie, o un libro, sin olvidarnos dónde estamos, sin olvidar que los problemas del país siguen aquí con o sin gol, con los pies bien en la tierra.


Uno de los problemas más grandes de la izquierda mexicana es que lo primero que buscan con los demás es encontrar en qué cosas no están de acuerdo. La palabra italiana que define al fanático de futbol es “tifoso”, alguien infectado e incurable, los que somos de izquierda o no, pero que hemos entendido la gravedad de las reformas de Peña Nieto debemos buscar la forma de hacer que los enfermos de futbol se interesen en más cosas, sin quitarles eso que ya está en su sangre, pero añadiendo algo que los hará más críticos ante el mundo que nos rodea como futbolistas a un balón en plena cancha. 



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