jueves, 2 de junio de 2016

La luz de los creadores en la lente de Rogelio Cuéllar /SinEmbargo


Aunque no todos lo sepan, conocen su trabajo. Basta con ver el noticiero de Canal 22 o cualquier Inventario en TV UNAM, incluso en algunos programas de Televisa cuando se llega a hablar de cultura, su trabajo está presente. Y aun cuando parezca hipérbole, su trabajo ya está en la cabeza de muchos mexicanos, sólo es necesario echar un vistazo a nuestra memoria fotográfica sobre la cultura en México. Ahí está, claro. La foto de José Emilio Pacheco rodeado de un sinfín de libros, Carlos Fuentes con una playera blanca riendo en su estudio, Emil Cioran tocándose el labio inferior con los dedos índice y pulgar mientras sostiene una pluma y revisa un libro. Todas esas imágenes que ya forman parte de la memoria colectiva de la cultura en México son obra de Rogelio Cuéllar, quien por más de 50 años ha dedicado su vida a retratar a los creadores en México, dándoles un rostro a escritores y artistas plásticos.
Fotoperiodista freelance de diferentes medios, no siempre se especializó en la fotografía cultural, cubrió fuentes tan diversas como deportes, política, ciudad y cultura. Esta diversidad en su trabajo le hizo comprender que su obra no estaba en las fotos falsas que hacía a políticos como De la Madrid o López-Portillo, sino en los creadores. Después de trabajar en Proceso, fue contratado por Difusión Cultural de la UNAM, que según él “fue como hacer mi maestría o doctorado […] Me pagaban por fotografiar los festivales de teatro, por ver el ballet coreográfico de Gloria Contreras, y las grandes mesas y conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras, ese universo me jaló.”
Con ese antecedente de trabajo en la UNAM fue que conoció al escritor Ricardo Garibay, quien lo contrató para fotografiarlo para uno de sus primero libros en Joaquín Mortiz. “Me dijo [Garibay] “Bueno, yo quiero fotos, pero no tengo dinero. Te puedo invitar una torta o un café.” Yo le dije que aceptaba, pero quería las dos cosas. De ahí nació una gran admiración de mí para él, y por su parte era como un papá grande.” Como él mismo lo cuenta, la amistad entre ellos creció tanto que todo lo que Garibay le contaba fue estudiado y reflexionado por el joven fotógrafo que con 20 años montó su primera exposición fotográfica titulada “La vuelta al mundo en ochenta rollos”, donde ya se puede ver el guiño literario al que estaría ligada su obra.
Después de ese gran inicio, su ambición por descubrir más sobre los libros que leía y el arte que empezaba a apreciar lo hizo descubrir que lo que más le interesaría saber de ellos era su proceso creativo, y eso hizo. Por mucho tiempo ha fotografiado a los creadores dentro de su medio, en el momento que escriben, corrigen un texto o inventan un mundo en un lienzo, dice Cuéllar “la fotografía ha sido el mejor pretexto para conocer a las personas que me emocionan, los lugares que me excitan”.
A finales de 2014 La Cabra Ediciones publicó un libro de gran formato titulado El rostro de las letras donde gran parte de su trabajo es por fin compendiado en un libro de fotografías y no un catálogo. Entre las fotografías de ese libro se encuentra una de Octavio Paz que no era muy conocida. En la fotografía el nobel mexicano va saliendo por una puerta de su casa, en esa serie de fotografías el poeta no está posando y tampoco sabe que le han tomado una foto, cuenta Cuéllar sobre esa experiencia “ya tenía cita con él, pero me dice Marie Jo “Dice Octavio que hoy no está de ánimo para que le hagas retratos”, y le dije “Ah, bueno, nomás quiero saludar”. Yo ya había acomodado mi tripié con una cámara 6x6, y antes que salga hago la primera foto, cuando va saliendo saco la segunda y ya que me dice que no puedo tomarle las fotos ese día, le pido que me haga un recadito de que sí vine pero que no me pudo recibir. Entonces Paz me hizo el recadito para Carlos Payán que nunca entregué, ese lo tengo yo.” Una de sus máximas al tomar fotografías ha sido “primero disparo y luego aviso”.

El gran escritor Miguel León Portilla le dijo una vez a Rogelio Cuéllar que era un tlacuilo, que es un hombre que trabaja con luz. Y eso es a final de cuentas el trabajo que Rogelio Cuéllar ha hecho en sus más de 50 años de fotógrafo, y esto no sólo por lo literal del significado, sino porque ha trabajado con la luz que es la cultura en un país como México que entre la corrupción asfixiante se ha hecho cada vez más oscuro. Como en las fotos de Cuéllar en blanco y negro donde alrededor del escritor los espacios son oscuros, alrededor de la cultura, el espacio es oscuro, y Cuéllar le ha dado a México un poco de luz con los retratos de los grandes creadores y artistas que son luz en un país lleno de tinieblas. 

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