Nada engrandece tanto la lectura de un texto como la memoria
y la identificación. Cuántas veces no han leído un cuanto o un poema pensando en
que el autor de ese texto les ha robado recuerdos y anécdotas de su propia
vida, para después descubrir entre las páginas de su propio libro de memorias
que en realidad nunca vivieron eso. En realación a esto, el escritor español
Eloy Tizón dice “Uno inventa pasiones en una página porque las ha vivido antes
o porque quiere vivirlas o para no terner que vivirlas”. Tanto para el escritor
como para el lector, el ejercicio literario consiste en vivir y revivir cuantas
experiencias quiera y alcance a imaginar.
Con Los últimos hijos
(Almadía, 2015), el escritor Antonio Ramos Revillas pone al lector en los
zapatos de un hombre que en su vida hace el juego de la literatura al vivir la
experiencia de la paternidad sin haberla alcanzado aún.
La historia comienza cuando la casa de Irene y Alberto es
robada mientras ellos no están. El robo de la casa es hecho con saña; un robo
ramplón, altanero y burlón. Pareciera que los ladrones tienen algo en contra de
la pareja principal de la novela cuando intentan, sin éxito, quemar a la
pequeña gata Abril, al cagarse en varias partes de la casa y pintar en las
paredes burlas escritas con mala letra y pésima ortografía. Sin embargo hay
algo que asusta y frena a los ladrones en su paso por la casa, una habitación
que deciden respetar. Esa habitación, trinchera de temores y vergüenzas, tiene
una decoración infantil, está llena de pañales y ropita para recién nacido; en
el centro hay una cuna, y dentro de ella los ladrones encuentran un rollito de
cobijas en donde imaginan al pequeño bebé dormido. La sorpresa es grande para
el lector y los ladrones cuando por fin descubren que en el rollito de cobjijas
no hay un bebé, sino un reborn, un
pequeño robot con las caracterísiticas perfectas para ser hijo de Irene y
Alberto. Los pañales son reales, la carriola y la cuna son perfectamente
funcionales, destinados a darle el mejor cuidado a cualquier bebé. Es la
perfecta habitación para un recién nacido, equipada para cubrir todas las
necesidades, lo único que no es real es el recién nacido.
Son el robo, el recuerdo con el reborn y esa habitación llena de miedos los elementos que
desencadenan la historia de reflexión y persecuciones que cuenta la novela. La
pérdida de un hijo (tema coyuntural en la actualidad mexicana), la identidad,
las saudades de lo que es y lo que pudo haber sido; son las piezas que forman
la columna vertebral de Los últimos hijos.
Es una reflexión y debate moral el que la novela nos hace, que aún sin haber
experimentado directamente nada de eso, Antonio Ramos Revillas hace que el
lector experiemente de una forma vicaria en cada una de las páginas del libro.
(Publicado en Convoy Network 12 de marzo de 2016)
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