jueves, 2 de junio de 2016

“A VECES ESPERAMOS QUE LA REALIDAD FUNCIONE COMO LA FICCIÓN” ENTREVISTA A DAVID ROAS POR “BIENVENIDOS A INCALAND”


Experto escritor y teórico de lo fantástico, David Roas, fue invitado al Primer Coloquio Internacional de Literatura Fantástica organizado, entre muchas otras instituciones, por la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad del Claustro de Sor Juana y la Universidad Iberoamericana. Aprovechando el viaje, Roas ofreció a manera de zombi (aunque mucho más hábil) entrevistas para promocionar su nuevo libro “Bienvenidos a Incaland” publicado por la española Páginas de Espuma y distribuida en México por Colofón.
“Bienvenidos a Incaland” ha sido catalogado por diferentes reseñas en España como un libro de viaje, una novela fragmentaria o un libro de cuentos. En este libro, que para su autor es de cuentos, cada relato traspasa los límites del género, y un personaje (que es el mismo Roas) explora el Perú moderno encontrando en la “realidad” lo “fantástico”.
Contrapuntos entre la crítica al turismo consumista del capitalismo y el humor fino van entre las líneas de los relatos donde un mafioso Vargas Llosa busca a los ladrones de la máquina de escribir con la que hizo La ciudad y los perros, una niña que sólo pide un dólar por una foto accidental con una llama (o alpaca), y el horror del tráfico en Lima. Un libro que sin duda nos lleva a conocer los límites de lo real ficticio y el género tan demeritado del cuento.
¿Viajas o vives pensando en lo fantástico?
Yo creo que voy buscando, y no sólo al viajar. En el día a día siempre llevo la libreta abierta y me asaltan cosas, o voy buscando cuentos o esperando a que pase algo. A mí me interesa mucho el mirar, el cómo mirar para estar atento a las cosas extrañas que pueden ocurrir. No fui a Perú con una idea preconcebida de lo que iba a encontrar ahí, fui porque me invitaron a dar unas charlas con el Centro Cultural de España y yo agregué algunos lugares como Machu Pichu. Me pasaron tantas cosas que fue inevitable que se convirtiera en literatura. En México no he tenido tiempo de ver nada, pero de todas formas yo estoy siempre con el radar.
¿Dónde están los límites de la realidad? ¿Existe lo fantástico o hay que inventarlo?
Mi idea de lo real, que es lo que más he trabajado en mi parte académica, es que la realidad existe no creo que sea una ilusión. Es una construcción que hacemos entre todos porque no tiene sentido, el espacio en el que habitamos es un caos absurdo y loco, y nuestra idea sobre el mundo la proyectamos sobre ese caos y buscamos que más o menos tenga sentido, la literatura es una forma de dar orden a la realidad. En el fondo, dentro de esa construcción ya sea falsa o verdadera, hay límites y tú sabes que hay cosas que pueden pasar y cosas que no. Tú mismo ahora no puedes levitar, si levitaras estaríamos en lo imposible. Ahí es donde está el límite entre lo fantástico y lo real. Entre la ficción y la realidad yo creo que tenemos una visión quijotizada del mundo, nosotros ya no vemos la realidad desde un modo puro o inocente, sino que la vemos desde la ficción. Te pongo un ejemplo, voy por la calle y me pasa algo extraño y ya no digo “¡uy, qué cosa tan rara!”, digo “esto parece sacado de Twilight Zone, o parece sacado de un cuento de Lovecraft…” Y fíjate que si tú ya no comparas la realidad con la realidad, sino la realidad con la ficción, es que la realidad y la ficción se están mezclando. Nunca he defendido esa idea de la posmodernidad de que todo es ficción y que ya no existe la realidad, no, hay una realidad construida (conjetural, diría Borges), y una ficción y tú sabes dónde está cada una; pero que la una y la otra se está infectando mutuamente, claramente. A veces esperamos que la realidad funcione como la ficción o al revés. Consumimos tanta ficción que creo que es imposible que podamos ver la realidad desde una visión objetiva o neutral.
Pero hay un contrapunto ¿no? En la vida esperamos lo maravilloso, pero cuando uno escribe ficción espera que parezca verosímil.
Evidentemente. Esto es un tópico, pero es algo que siempre planteo con mis alumnos, y es que dentro de todo hay un grave problema, que la realidad puede ser inverosímil, pero la ficción nunca. La ficción tiene que ser siempre verosímil, tienes que creerte lo que escribes. Lo de “la realidad supera la ficción” no es una tontería, porque la realidad puede ser como sea, no tiene normas y por eso es un caos, la ficción para funcionar tiene que ser verosímil dentro de su propia verosimilitud, obviamente que un hombre vomite conejitos… con Cortázar funciona dentro del texto, es imposible y extraño, pero el texto lo que tiene que hacer es convencerte de que eso puede pasar.
Existen varias realidades ¿no? Cuando Monsiváis hablaba del realismo mágico, decía que los europeos le habían puesto así porque desconocían esa realidad, pero en la realidad latinoamericana está tangible esa parte de lo real maravilloso.
Claro, es algo inevitable. Cuando doy cursos en mi universidad, la suerte que tengo es que hay gente de varios países. Recuerdo un año en que di un curso de pura teoría de lo fantástico y llegó el momento del realismo mágico; ahí de dividió el grupo, los españoles, franceses, argentinos y mexicanos veían lo fantástico desde una visión europea, pero salió un venezolano que nos dijo que eso del realismo mágico es algo que sucede en el día a día de Venezuela; ahí yo tuve que hacer un alto y decir que es válida la visión maravillosa y todo, pero venga, que no existen los fantasmas, científica y lógicamente es imposible que existan. Lo que hace el realismo mágico, y que me parece maravilloso, es convencerte de que realidad e irrealidad conviven, algo que en lo fantástico no sucede. Cuando tú estás viendo una película fantástica lo que buscas es el problema o el conflicto, en el realismo mágico no hay conflicto porque armonizan. Que eso sea real… para mí es ficción y sólo sucede en la literatura. Soy un escéptico y lo que escribe García Márquez no pasa en realidad en Colombia. Pero sí depende de la mirada y la construcción del mundo que tú haces.
Justo en esto me gustaría ahondar. Tú eres un gran teórico, pero al mismo tiempo escribes ¿no es necesario que te lo creas para poder escribirlo?
No. Más que creer, es falsamente créetelo para poder escribirlo. Pero yo no me lo creo, tengo mi literatura fantástica, pero jamás escribo desde la creencia. Lo que a mí me sirve es jugar con los límites para plantearle al lector mi visión del mundo, que es un mundo caótico, absurdo donde no hay sentido y lo que hago es revelar el caos. Para mí lo real es lo que hay, y lo fantástico lo que me está diciendo es que lo que hay no funciona. Hasta los más posmodernos como Iwasaki escriben de eso, caos. Escribe o móntate una religión, una ciencia o una filosofía, pero lo que hay es caos y nunca lo vas a entender. De algún modo lo fantástico me sirve para eso, por eso escribir desde la creencia no, escribir para que el lector mientras lee mi texto se crea que ese personaje en Incaland va a las ruinas de Sacsayhuamán y lo que está viendo, mientras se asoma y pasa una nube, es el Cusco de 1500. Ese es el juego para demostrar cómo se pueden romper esas convenciones de realidad.
El problema es ¿qué hago yo siendo Jekyll y Hyde, siendo teórico y escritor al mismo tiempo? Pues tratar de que no se peleen mucho, que colaboren entre ambos. Lo interesante de la literatura es que se salte todas las convenciones que puede haber.
En una entrevista que te hicieron en España sobre este libro dijiste que habías buscado romper los límites del cuento, ¿cuáles son esos límites?
Eso fue un poco de osadía porque no soy el único ni el primero. Fue una especie de planteamiento, porque estoy cansado de esa idea de que la novela (todavía existe esta idea en España) es el hermano mayor del cuento, o que ya que has alcanzado un nivel de escritura con los cuentos tienes que saltar a la novela. Cuando publiqué la única novela que he hecho estrictamente como novela que es La estrategia del koala, dos colegas míos me dijeron “¡Hombre, ya te has pasado a la novela!” y yo les contesté que no me había pasado a nada, que era un cuentista que tenía ganas de escribir algo largo porque no era un cuento y experimentar un poco. Pero el cuento es lo mío, yo creo que la novela sí te permite muchas cosas, pero el cuento es apto para casi cualquier cosa. Pero lo que yo busqué con Bienvenidos a Incland, era romper con todo lo que uno espera cuando lee un libro de cuentos. El hecho de que unos lo hayan leído como novela, otros como cuentos, libro de viaje o crónica, es la muestra de cómo se pueden romper y mezclar los límites de los géneros. El cuento sirve para experimentar más que la novela, porque la extensión de la novela no te permite lo que puedes hacer en 10 páginas, yo pienso en Borges y una novela de Borges sería lo más insoportable del mundo, el nivel de exigencia para el lector en conocimientos y lenguaje…es imposible. La novela te permite otras muchas cosas, uno no es mejor que el otro. El cuento es un arma de experimentación masiva. A mí me ha permitido usar una factura o el libro de escolaridad para crear un cuento.
En Bienvenidos a Incaland también hay una crítica a la masificación, al turismo capitalista.
Sí, por eso desde el principio el título del libro es ese. El libro tiene su dimensión crítica y eso a mí me gusta, que la literatura fantástica sirva. Hay quienes piensan que lo fantástico es evasión, para mí no, con lo fantástico estás constantemente pensando en la realidad. Yo quería que el libro reflejara lo que yo sentí. Cuando yo vi Cusco quedé impresionado con el hipermasificado espacio de turistas, y de turista tonto que tiene que estar ahí para hacer su foto de la Plaza de Armas; y cuando yo la vi así de inmensa y llena de tiendas, de negocios de cambio de divisas y recuerdos, y cómo la gente sólo se movía por ahí sin conocer el resto de la ciudad. Me di cuenta de que estaba rodeado de zombis que nada más daban vueltas por ahí y que cuando regresaran a sus casas, Cusco sería para ellos un montón de fotos y videos y algunos recuerditos. Hay una nota al pie en el libro donde aviso que unos meses después de mi viaje abrirían un Mc Donald’s y un Starbucks ahí, qué mayor prueba del consumismo y el capitalismo que esa. Una plaza que es alucinante y que estoy seguro que la gente ni la ve, se hacen la foto y se regresan por un café al Starbucks. Tampoco quise hacer los cuentos en un tono político o como panfleto, pero aprovecho el humor y la ficción para hacer una crítica entre líneas. El turista en el fondo es ese ser que vaga por las mismas tiendas y sitios para después volverse a su casa, como zombis.
Pareciera que en las reseñas que han hecho te Bienvenidos a Incaland no lo califican como un libro de literatura fantástica porque no hay un elemento de terror, ¿es necesario en la literatura fantástica el terror?
El libro es muy variado, dentro de todos los relatos que tiene yo creo que sólo tres son estrictamente fantásticos. Mi idea de lo fantástico, aunque me interesa mucho el monstruo y en el Coloquio al que he venido hablo de eso, va más de lo fantástico cotidiano. Me interesa mucho ese momento en que la realidad hace un clic y deja de funcionar como esperas, y es ahí donde yo veo lo fantástico. Revisando, yo creo que sólo tengo dos cuentos con el elemento del terror o monstruos, uno con un vampiro y otro sobre el doble. Yo creo que el elemento fantástico es la inquietud, la creación de un miedo metafísico, porque cuando se rompen las expectativas que tienes de la realidad te quedas en el vacío. En este libro domina más lo grotesco-humorístico porque había situaciones tan extrañas para mí que había que contarlas de un modo absurdo, exagerándolas a veces pero con un punto de lo absurdo respecto a la realidad. A veces el asombro va lo fantástico y a veces al humor.
Y los monstruos que plasmas son reales como el Vargas Llosa mafioso o la niña que te persigue.
Claro, ahí era la idea de cómo el ser inquietante es el monstruo a final de cuentas, sin necesidad de algo fantástico. También es la forma de relacionarse con esos monstruos. Aquí era el monstruo de la literatura, el estar en Perú y que no apareciera Vargas Llosa… pero de ninguna forma es un ataque contra él, pero cuando vi una exposición sobre él con una su máquina de escribir yo dije “¡Qué mierda importa la máquina de escribir con la que Vargas Llosa hizo La ciudad y los perros”, quedé tan impresionado que de ahí salió un cuento, aunque el cuento en realidad va de la amistad y la noche de juerga loca con Los Simpson de fondo. Pero no es irrespetuoso, sólo es terrorismo cultural.
¿Y piensas seguir escribiendo libros como este?

Fíjate que este libro lo escribí prácticamente a la vez que escribí esa novela ambientada en Galicia que también es un viaje, de algún modo uno a otro se fueron perturbando. Pero justo ahora estoy escribiendo un libro de cuentos donde no hay un viaje como tal, pero sí estoy tomando notas de un lugar a mitad de Suiza. Así, sin quererla, va a salir la trilogía de viajes. Me interesa mucho ver otros lugares sin ser local, jamás escribo desde lo local, mi literatura es completamente sin espacio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario